Julian Assange, un héroe de nuestro tiempo.
Julian Assange, en una reciente entrevista concedida a la cadena
Ser desde su confinamiento en la embajada ecuatoriana en Londres, en la que
lleva más de 4 años, vigilado día y noche por un numeroso grupo de policías y
espías, a un coste de millones de libras, decía que de la misma manera que en el
sistema del libre mercado está codificada la propia destrucción del libre
mercado, igualmente, en la idea de Internet está codificada su propia destrucción.
Sin duda Julian hace referencia a esa predicción que ya
hiciera Marx: la tendencia del capitalismo hacia el monopolio final y su
autodestrucción. Se trata de un fenómeno
que podemos contemplar con nitidez: la tendencia a la concentración en pocas pero poderosísimas empresas como resultado de
la competencia depredadora, que es la esencia del sistema: libertad para
competir y absorber a los contrincantes. Es decir, que el paso del libre mercado inicial al
oligopolio y del oligopolio al monopolio, es solo cuestión de tiempo. Internet,
en la medida en que es el gran mercado actual y en sí misma es también el gran
producto industrial de nuestra época, ha pasado rápidamente a ser dominada por
un reducido número de empresas, convertidas en gigantes económicos ( 400.000
mil millones de dólares dicen que es el valor de Google) y parece solo cuestión
de tiempo, no mucho, que Microsof y
Appel se coman la una a la otra y lo
mismo ocurre con el resto de subsectores de servicios de internet. Es decir,
todo en pocas, poquísimas manos ultra poderosas, íntimamente ligadas entre sí y
con un dominio absoluto del poder financiero y, naturalmente, del control
político, de su manipulación interesada y del uso de la fuerza, legal o ilegal.
Internet está dando pasos de gigante para convertirse en la
encarnación del Gran Hermano , el gran monstruo que todo lo ve y que no duda en
devorar todo aquello que pueda poner en peligro a los tiranos que dictan lo que hay,
o perjudicar a su crecimiento contínuo, o a su guerra entre ellos para conseguir la “corona”,
el primer puesto, el todo o nada, o tú o yo. Ese pool de empresas élite tiene
muchas armas, sobretodo tecnología en expansión exponencial para que los
servicios de inteligencia respectivos puedan leer e identificar a todos
aquellos que consideren un peligro a su hegemonía, a su poder.
Por supuesto la intención de los que aspiran a la “corona”
es neutralizar, hacer desaparecer a sus enemigos. Es la lógica que conduce el
sistema de libre mercado, donde todo está en posición de comprar o de ser comprado. Evidentemente, no hay ningún
espacio para la ética en el todo o nada, se trata de supervivencia, de duelos a
vida o muerte en el “OK Corral” del mercado. Todos los medios de destruir a tu
oponente son justos cuando te juegas la vida, cuando tratan de eliminarte, lo moral es sobrevivir.
Entonces, ¿qué hacer? Organizarse y defenderse,
naturalmente. Frente a la lógica depredadora del libre mercado, disponemos de
nuestra inteligencia colectiva para imponer un orden alternativo. Un orden moral diferente, en el que la supervivencia de
todos los seres vivos, basada en la moderación consumista y en el equilibrio
con la naturaleza sea el fundamento del sistema. Un sistema que podemos
imaginar gracias al lenguaje y la cultura que el lenguaje ha engendrado. Esa es nuestra
mejor arma: la lógica que se desprende a partir de ese principio, la ética que
conforma, la guía para una conducta colectiva cuyo objetivo es la substitución
del sistema del libre mercado por el de la supervivencia en dignidad, libertad y responsabilidad,
de todos entre todos
Para ello es necesario comprender que a lo que nos
enfrentamos es a una variante más de la lucha darwinista, no muy diferente de
la lucha entre carnívoros y herbívoros, entre depredadores de carne y
depredadores de vegetales. Los ñus, las gacelas, los búfalos son mucho más
numerosos y potencialmente más fuertes si actuasen en grupo. Cuando así lo
hacen, los depredadores no tienen nada que hacer.
La inmensa mayoría de
humanos somos omnívoros y consumidores en general, pero somos como los ñus, un
grupo poderoso aunque mal organizado. Sin embargo, entre las grietas del
sistema dominante, se va abriendo paso una
inteligencia colectiva, aún débil, pero potencialmente muy poderosa. Para
que crezca y triunfe es necesario superar un escollo muy difícil: la fratricida
lucha interior de la naturaleza humana que, como ya enseñó Freud, nos sitúa en la cohabitación entre el Eros y el
Tánatos, entre la tendencia al amor y la tendencia a la muerte. En mi opinión,
es la experiencia en el trabajo real por el bienestar colectivo, entendido como
un trabajo por el bienestar propio, lo que decanta la lucha hacia el buen hacer
de la inteligencia colectiva, un triunfo del amor a nuestros semejantes, que,
cuando menos, nos aleja de la tendencia
autodestructiva. ¿Es quizá eso lo que impulsa a Julian Assange a sobrevivir a
su durísima realidad?
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