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domingo, 15 de septiembre de 2013

El derecho a decidir




Comentarios al artículo de Javier Cercas: “Democracia y derecho a decidir”( El País Semanal, 13 de setiembre de 2013)


Javier Cercas en su artículo dice que “la democracia consiste en decidir dentro de la ley”. Si ello fuera completamente cierto el derecho a decidir se situaría en un país con un espacio legal perfecto, donde solo cabría seguir los cauces legales para conseguir lo propuesto. Ese no es precisamente nuestro caso. ¿Tienen, con la nueva ley, derecho a decidir las mujeres si quieren abortar? ¿Tienen derecho a decidir los ciudadanos como comprometerse en una hipoteca que no contenga cláusulas abusivas? ¿Tienen los ciudadanos derecho a decidir qué sistema electoral prefieren? Evidentemente no lo tienen, pero lo deberían tener,  ya que se trata de derechos fundamentales que chocan con los bloqueos de los partidos mayoritarios.

En estos casos y en otros muchos por desgracia, la ley de las mayorías parlamentarias  no está al servicio  de los legítimos intereses de los ciudadanos. ¿Es que la democracia representativa en manos de unos partidos políticos dirigidos monolíticamente por sus dirigentes, inmersos en un lodazal de corrupción, es la única manera de incidir en los cambios legislativos? No, por supuesto.  Algunos países democráticos como Suiza realizan y someten a referéndum muchas iniciativas. Es otra forma de democracia preguntar directamente a la ciudadanía sobre la validez de una norma. Tan legítima o más que la vía parlamentaria.

Cercas niega la validez del derecho a decidir, lo llama “derecho fantasma”l con el argumento de que no está teorizado o no forma parte del  ordenamiento jurídico .Es  cuanto menos, un argumento  sorprendente. ¿Qué es la democracia sino una cierta forma de ejercer el derecho a decidir, aunque sea indirectamente, sobre cómo quieren que sean las cosas la mayoría de los ciudadanos? Que no esté específicamente escrito en la constitución quizá es un error debido a un sobreentendido demasiado evidente que conviene subsanar.
En cuanto al tema central: el derecho a decidir la independencia de un territorio si así lo expresan los ciudadanos, no es tanto una rara avis como lo demuestran los referéndums de Quebec y el próximo de Escocia y efectivamente el inmenso espacio humano que estuvo bajo la dictadura soviética tenía ese derecho, aunque seguramente no era más que otra mentira, pero al menos lo tenían teóricamente. Existir, existe.

Queda solo el argumento de que la constitución dice que la soberanía solo reside en el pueblo español, pero ¿representan los partidos a todo el pueblo español? No, solo a los que votan sus listas cerradas, es decir, de muy deficientemente manera los diputados electos representan personalmente a sus electores, aunque al final sea su voto individual el que se contabiliza. ¿Va a ser una representación tan imperfecta mejor vía democrática que la consulta directa? No lo creo, señor Cercas. Además qué arreglaría eso, si ganan los independentistas proclamaran de inmediato la independencia y si pierden deslegitimaran el proceso y volverán a pedir un referéndum.  Con una pregunta directa la deslegitimación es más difícil y se pueden exigir plazos más largos para volver a reclamar una consulta.

 Así, otros muchos ciudadanos no están representados en la vida parlamentaria, pero , según el enunciado constitucional son tan soberanos como los otros. Además, desde el punto de vista de la soberanía ¿Es el pueblo español algo más que la suma de cada uno de los individuos que lo constituye?  Los partidos, en conjunto,  no pueden atribuirse la totalidad de la representación del pueblo. Como que no es así, en determinados asuntos, especialmente cuando nos estamos refiriendo a una decisión que afecta fundamentalmente a un  determinado ámbito territorial, como el que nos ocupa, se producen divorcios  entre las mayorías de los ciudadanos:  la general y la local. ¿Cuál es más legítima? Sin tener una respuesta clara me parece que lo que no puede ser de ninguna manera es que la mayoría general imponga a la mayoría local la decisión de pertenecer obligatoriamente a una nación. Decidir eso, si un territorio forma parte o no de una nación me parece una de las decisiones más importantes que un territorio debería tomar.

¿A los demás territorios les afecta? Naturalmente y por eso hay que argumentar y seducir para que la voluntad mayoritaria de ese territorio sea proclive a los intereses de los que no tienen más remedio que mirar el partido desde la grada. Porque, señor Cercas, los españoles de otros territorios no son los jugadores, ni el campo de juego es suyo.

Manel  Diéguez

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