Domingo 15 de abril
De nuevo
ahogados. La prima de riesgo en 400 y pico puntos, las bolsas en los
mínimos mínimos, todo el mundo mirando hacia España con suspicacia y
desconfianza. Un embajador americano en la OCDE dice que solo servimos
para el vino y tomar el sol, en fin que volvemos a lo que ha sido
siempre este país para el resto de Europa: un desastre que no hay quien
lo arregle. Bueno, muchos de nosotros también opinan igual. También
muchos otros, de aquí y de allá, entre ellos yo, opinamos de manera muy
diferente.
España había
cambiado mucho, tanto, que como diría el Guerra, el Alfonso, no nos
conocería ni la madre que nos parió. Ahora ,mejor dicho, desde hace unos
años, cada vez se nos aparece más aquello que creíamos que ya no
volveríamos a ver: el españolismo sectario, la incapacidad para trabajar
juntos, para respetarnos. Claro que eso no solo nos pasa a nosotros:
solo hay que ver como se dividen entre sí los americanos o los
italianos. Es como un virus, una enfermedad que se expande,... de
repente, en muchos lugares, ya no creemos en nosotros.
De hecho, muchos
habíamos dejado de creer en España como patria. El franquismo marcó a
toda una generación, la vacunó contra esa idea de España. Éramos un país
diferente, pero no queríamos serlo. Ninguna de las cosas patrias que
enorgullecían a las generaciones anteriores, fue revindicada por la
siguiente. Costumbres, folclore, carácter nacional, y otras esencias,
sobrevivieron, sí, pero pasaron a un segundo o tercer plano. Casi las
escondíamos,con un poco de vergüenza, porque queríamos otra cosa.
Mirábamos a Europa y América con profunda envidia. Queríamos ser como
ellos y dejar atrás todo el atraso acumulado durante siglos.
Por otro lado, la
tradición de la lucha obrera, su internacionalismo, el recuerdo de las
Brigadas Internacionales que tanto se sacrificaron, dando uno de los
ejemplos más hermosos de solidaridad que la humanidad haya visto, todo
eso nos enorgullecía y hacía que nos sintiéramos hermanos con los
oprimidos del mundo entero y que viéramos tan enemigo al opresor lejano
como al próximo. Todo eso, no podemos perderlo. Esta durísima crisis
tiene que servirnos para despertar nuevamente. Los hombres y mujeres que
salen a la calle en Grecia, o en cualquier lugar del mundo a protestar y
luchar por su futuro, a defenderse de los feroces ataques a que les
someten sus gobiernos y los gobiernos que los gobiernan y los que a su
vez les están dictando a todos ellos lo que hay que hacer en nombre de
la avaricia sin límite,... ellos son nuestros hermanos, sus intereses
son los nuestros. Eso hay que decirlo claro y fuerte.
Despertemos,
espabilemos, démonos cuenta que cualquier iniciativa en el ámbito
económico que haya de servir verdaderamente para ayudar a salir de la
crisis, no se puede tomar desde un solo país. Hace falta un gran plan
que transforme esta sociedad que camina hacia el suicidio ecológico en
otra cosa que pueda seguir siendo el hogar de nuestros hijos, nietos y
demás generaciones futuras. En realidad hay mucho por hacer, por
transformar. Todos hemos de cambiar, claro, pero si no nos unimos y
exigimos que, empezando por Europa, hagamos nuestra la suerte de todos,
estaremos dejando pasar la única oportunidad que realmente no debemos
perder.
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